Momo es una niña muy especial, que vive en las ruinas de un anfiteatro en una gran ciudad. Es feliz, buena, tiene muchos amigos y posee la maravillosa cualidad de escuchar atentamente y hacer sentir bien a todo aquel que se sienta a contarle sus cosas. Momo tiene todo el tiempo del mundo para sus amigos.
La gente de la ciudad acude con Momo para desahogarse y contar sus penas, ya que ella es capaz de encontrar una solución para todos los problemas. Pero la llegada de los hombres grises, que pretenden apoderarse del tiempo de las personas, va a cambiar su vida. Será la única en no dejarse engañar y con la ayuda de la tortuga Casiopea y del Maestro Hora, emprenderá una fantástica aventura contra los ladrones de tiempo.
Momo es un personaje increíble; es el tipo de persona con la que te sientes muy cómoda(o) aún sin tener que decir algo en particular. Es tan buena escuhando, que logra que los demás se sientan cómodos de hablar y hablar cuando están con ella.
En lo particular, me pareció una historia bastante bella, que me dejó un mensaje importante sobre el tiempo, ya que yo me considero una persona bastante aprenhensiva con su tiempo y muchas veces siento que no hago lo que debería hacer, por lo que creo que este libro vino a darme una gran lección.
La historia de los hombres de gris y su intención de robar el tiempo de las personas, me resultó demasiado real. Incluso porque se toca el tema de que los padres ya no tienen tiempo para sus hijos; están de malas y aunque 'ahorran tiempo', no son capaces de hacer más de lo que hacían antes. Y todo esto me lleva a pensar que si corremos detrás del tiempo, si gastamos toda nuestra energía tratando de ahorrar tiempo para hacer cosas productivas, jamás tendremos suficiente. Jamás haremos suficiente ni estaremos satisfechos con nuestra vida.
Como conclusión, puedo decir que a pesar de ser un libro infantil, tiene varias metáforas y reflexiones dirigidas hacia un público con mayor consciencia, por lo que es una historia que recomiendo ampliamente tanto a niños como a adultos.
Por cierto, el breve epílogo del autor es bellísimo.
«Momo escuchaba a todos, a los perros y a los gatos, a los grillos y a los sapos, sí, incluso a la lluvia y al viento que soplaba entre las ramas de los árboles. Y todo le hablaba a su manera».
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