Pasando páginas

Nunca me consideré una niña normal; siempre fui muy tímida, callada, no me gustaba jugar en las fiestas, restaurantes ni en lugares donde hubiera juegos para niños. Desde pequeña siempre tuve miedo de interaccionar con otras personas. En mi familia me decían (y hasta la fecha me siguen diciendo) que me la vivía fantaseando, con la mente muy dispersa o como se dice coloquialmente, en las nubes.



En la escuela me costaba interaccionar con mis compañeros y por lo mismo, tenía pocos amigos, casi nunca participaba en clase, no me gustaba llamar la atención, me daba miedo participar en eventos artísticos o deportivos y los evitaba a toda costa. Entre más en mi mundo estuviera, más segura me sentía. 

Recuerdo con gran afecto mi primer contacto con los libros de Harry Potter y uno que me cambió completamente a los 10 años: El ángel número doce de Og Mandino. Este libro me resultó sumamente impactante y conmovedor. Años más tarde, al volverlo a leer, no podía dejar de llorar, no solo porque reviví la historia de Timothy y John, sino porque recordé a Samy de la niñez y cómo gracias a ese libro, comenzó su amor por la lectura.

En la secundaria me convertí en una persona un poco más abierta con un grupo de amigos más amplio. En ese entonces estaba de moda Crepúsculo, así que 3 amigos y yo decidimos crear un club de lectura para leer los libros de la saga de Stephanie Meyer. Nos sentábamos debajo de un arbolito a leer durante los recesos e incluso, a veces nos volábamos clases con tal de aprovechar el tiempo que estábamos juntos. Esa saga y esa etapa de mi vida me marcaron mucho porque descubrí que la lectura también se puede disfrutar cuando tienes con quien fangirlear.

En la preparatoria tenía una materia en la que nos dejaban leer libros, de los cuales hacían exámenes cada determinado tiempo; debo reconocer que a partir de ese momento, me di cuenta que no me gustaba leer por obligación. Claro que algunos libros me impactaron mucho, pero en lo personal, pienso que la lectura no tiene el mismo valor cuando te la imponen. 

Cuando entré a la universidad, cambié las sagas y lecturas de romance y fantasía por libros de Química Orgánica, Bioquímica y Fisicoquímica (libros muy pesados), sin embargo, eso no impidió que de vez en cuando se colara en mi mochila algún libro que podría leer en mis tiempos libres. 

Debo confesar que llegó un momento en el que dejé de leer y le di mayor importancia a cosas más banales. Hoy en día les puedo asegurar que, lo mejor de esta etapa de bloqueo lector (período en el que seguramente muchos lectores han estado), es que nuestros libros son amigos incondicionales a los que no les importa cuánto tiempo te olvides de ellos o cuánto tiempo se queden intactos en tu librero, siempre estarán para ti y podrás regresar a ellos cuando tú lo necesites y lo consideres necesario. 

Los libros me han acompañado a lo largo de mi vida. En mis ratos libres, en mis noches de insomnio, en mis vacaciones, en comidas y fiestas familiares soy 'la inadaptada que siempre carga un libro.' En los libros me perdí y me encontré infinidad de veces, en ellos hallé consuelo, me hicieron sentir que no estaba sola, aún en mis momentos de mayor soledad. También me han regalado incontables momentos de felicidad y me enseñaron que a veces es necesario dejar el mundo real para sumergirnos en otros mundos, que nos den otras perspectivas, otras vidas, otras emociones, perdernos en las palabras y encontrarnos en ellas. 



En este blog hablaré sobre mis gustos literarios, libros que me han marcado, libros que tengo muchas ganas de leer, y en general, les compartiré mi experiencia como lectora. Espero que aquellos que aún no tienen el hábito de lectura, se animen a entrar a este increíble universo, del cual les aseguro, una vez que estén dentro, no querrán salir.


"Las palabras, como los rayos x, atraviesan cualquier cosa, si uno las emplea bien." 

- Aldous Huxley, Un mundo feliz 


Libros favoritos

  • El ángel número 12 - Og Mandino
  • La sombra del viento - Carlos Ruíz Zafón
  • La ridícula idea de volver a verte - Rosa Montero